Cuando no se siente el dolor


En determinadas situaciones, el dolor puede revestir un valor positivo, y es en esos momentos cuando el dolor se torna mucho menos perceptible. El individuo entonces ya no lo experimenta de la misma manera.

Beecher, médico inglés,  observó la conducta de algunos heridos graves en el hospital durante la Segunda Guerra mundial. Los civiles, víctimas de bombarderos, expresaban más sufrimiento y consumían más analgésicos que los militares, cuyas heridas implicaban una recompensa y una retirada de los campos de batalla. La herida , mala, del civil que experimentaba los desastres de una guerra era mucho más dolorosa que la herida, buena, del soldado valeroso y alejado del frente.
El hombre que yace en el campo de batalla con un miembro destrozado no tiene más que un objetivo, que lo domina por completo: sobrevivir. No deja lugar a la conciencia del dolor, el dolor no existe para él.
Frente a un peligro, la percepción del dolor se esfuma, desaparece. Este estado de estrés especial que produce una anestesia se conoce con el término inglés inhibitory analgesia (inhibición analgésica por estrés).
En caso extremo, el dolor puede ser sinónimo de placer. De esta manera, el fisiólogo ruso Iván Pavlov demostró la importancia de la situación en cuanto a la percepción del dolor. Pavlov logró que uno de los perros aceptara descargas eléctricas dándole alimento como recompensa. En este condicionamiento, el perro manifestaba ningún comportamiento de dolor ante la descarga eléctrica; por el contrario, movía la cola y salivaba en señal de alegría, puesto  que el choque eléctrico significaba para él la próxima llegada del alimento. El valor negativo del dolor era sustituido por el fuerte valor positivo de la comida.
A la inversa, el estrés provocado por situaciones desfavorables (enfermedades en el medio circundante, duelos, etc.) también puede suscitar sensaciones físicas desagradables. De esta manera, uno puede sentir dolor de vientre (colitis intensa) si un ser querido padece de cáncer digestivo; pero en cuanto el examen radiológico muestra una imagen normal, el dolor desaparece. Uno sufre de dolores de cabeza si un ser querido tiene un tumor cerebral, de dolores en el pecho si se trata de un infarto, etc.
Por el contrario, la perspectiva de lograr el alivio posee un efecto analgésico, como en la situación tan común de la consulta con el dentista: el intenso dolor de muelas, que impedía dormir, se desvanece milagrosamente cuando el que lo padece se sienta en el sillón del dentista.



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