Dolores: A cada cultura un umbral de tolerancia


Cada cultura otorga al dolor un sentido particular, una finalidad filosófica y religiosa (una explicación del origen del mal, de la enfermedad y de la muerte) de los cuales surgen diferentes maneras de afrontarlo.



¿Soy responsable del dolor que siento?
Si bien la enfermedad y el dolor generalmente están relacionados en todas las culturas, el grado de responsabilidad en el origen de los trastornos que se le atribuye al hombre es muy variable.
¿El dolor me castiga o me salva?
Quizá todo individuo se ha preguntado alguna vez, ¿qué he hecho para sufrir tanto? ¿Y por qué se dice de un dolor que es insidioso, cruel, una tortura, un tormento, un suplicio? Mal, malestar, tener un mal, pertenecen a una familia de palabras y expresiones que evocan el aspecto diabólico del dolor (al diablo se lo llama El Maligno) y la culpabilidad del hombre enfermo.
En la tradición judeocristiana, la culpabilidad del hombre proviene del pecado original y se agrava por faltas específicas; el sufrimiento es un castigo divino (parirás con dolor los hijos).
También es el único medio de expiar la culpa, de tener acceso a una vida mejor. Las personas que comparten esos valores podrán vivir su enfermedad, y el dolor que la acompaña, como una prueba de fe (siguiendo el ejemplo de Job). También podrán regocijarse con su sufrimiento, considerado como una etapa hacia la redención (siguiendo el  ejemplo de Cristo).
Hay que considerar que no todas las sociedades adjudican un valor punitivo y redentor al dolor, como lo muestra la inexistencia de un término que aluda al concepto de castigo para describir al dolor en finlandés.
El retraso que se ha dado en ciertas culturas para tratar el dolor no carece de la relación con el fatalismo cultural que considera al dolor como castigo por el pecado original.
Algunos grupos son más sensibles que otros
Se ha demostrado experimentalmente que las personas de origen mediterráneo tienen umbrales de sensibilidad a los choques eléctricos más bajos que las personas de origen anglosajón. Otro ejemplo: los cargadores nepaleses, acostumbrados a una vida y a un clima riguroso, toleran choques eléctricos mucho más intensos que los que soportan los occidentales antes de sentir el dolor. Los ritos de iniciación hacen patente la posibilidad de sublimar dolores que podrían ser muy intensos. A pesar de que se reúnen todas las condiciones objetivas de un dolor físico, el joven iniciado realmente parece no experimentar ningún sufrimiento. Esta supresión total del dolor puede compararse con las experiencias que vivieron los mártires cristianos, las laceraciones de los chiitas, los sacrificios aztecas, los ritos hindúes de suspensión en ganchos, cuya sola evocación provoca escalofríos. Algunos de esos ritos emplean la tolerancia al dolor como medio de establecer una jerarquía social y moral.



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