Me duele como aprendí a que me doliera


El individuo reacciona según el grupo al que pertenece. Cuando se midieron los umbrales de percepción del dolor comprobó que, si se coloca al individuo en una situación de competencia en un grupo, su nivel de tolerancia aumenta.

A la inversa, baja si se le somete al experimento al lado de una persona (cómplice del equipo de experimentación) que tiene como función fingir que siente dolor y que no lo soporta (se habla del fenómeno de contaminación social).
¿Dolor con connotación negativa o positiva?
La educación y el entorno familiar son determinantes en la manera de sentir el dolor. El grito de dolor del niño generalmente provoca una respuesta de atención y de consuelo, una actitud que tranquiliza. Este dolor se memoriza como experiencia sensorial y relacional. De esta forma se tejen vínculos afectivos positivos en torno a la experiencia dolorosa.
Al contrario, los castigos corporales (algunas veces aplicados en la educación del niño) refuerzan el valor punitivo del dolor y crean un vínculo negativo dolor – culpabilidad (en lugar del vínculo dolor- consuelo, dolor-alivio, dolor-amor). Esto ocasiona que en la edad adulta el sufrimiento se perciba como sentencia culpabilizadora, y que los tratamientos se experimenten como tentativas de liberación más o menos inaccesibles.
En última instancia, cuando el grito de dolor del niño no va seguido por efecto alguno (niño aislado, falto de afecto), la queja sin respuesta puede extinguirse poco a poco.
En la edad adulta, el individuo ya no sabrá percibir sus dolores físicos ni sus dolores morales; dejará su cuerpo en el abandono e incluso podrá rehuir los cuidados que sean necesarios cuando esté enfermo.
De igual modo, el niño golpeado al que le falta afecto, o por el contrario, el niño sobreprotegido puede presentar más tarde graves perturbaciones en cuanto a la percepción que tienen de su cuerpo.
Las enfermedades familiares son otro ejemplo del efecto del entorno, los dolores de cabeza, los dolores de vientre o los de la espalda, frecuentes en la familia del niño, son otros tantos modelos que integra en su universo mental; años más tarde, cuando se enfrente a problemas de tipo afectivo, tenderá a reproducirlos.
En la soledad de la vejez, el dolor también puede contribuir una llamada, una petición de consuelo. La soledad, el abandono, el duelo y el desamparo afectivo se pueden manifestar por medio del dolor (llamado dolor psicosomático), o pueden magnificar un dolor preexistente.



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