-El dolor provoca un estrés físico y psicológico que puede ser dañino.
En cuanto se instala el dolor aparece la ansiedad, que proviene en parte de las creencias y las experiencias. ¿Por qué me duele? Seguramente es algo grave. La ansiedad, el humor depresivo o triste, el pesimismo, los pensamientos funestos, el encierro en sí mismo y en la fatiga cohabitan y aumentan el dolor.
-Aunque resulta relativamente común creer que el dolor es proporcional a la gravedad de la enfermedad, no siempre es así. Por ejemplo, suele asociarse el cáncer con el dolor (si dice que el cáncer duele), aunque solamente el 60% de los diferentes tipos de cáncer son dolorosos. A la persona que se cura de cáncer, cualquier dolor le parecerá una recurrencia potencial.
-Quien sufre se encuentra frente a sus propios límites, frente a lo desconocido: ¿Cuánto tiempo podre tolerar este dolor? ¿Va a durar mucho aún?.
-El miedo a la indiferencia y el desarrollo de un muro de incomprensión y de una agresividad contra el entorno refuerzan el profundo sentimiento de soledad. “ No logro escapar de este dolor que me acosa. No estoy seguro de poder sopórtalo. ¿Puedo acaso morir de dolor? ¿Cuánto tiempo tendré que tolerarlo? ¿Por qué no hay alguien que me consuele? No se dan cuenta , ni me creen, pero yo sigo con este dolor. No les importa, o lo hacen a propósito. Estoy tan solo…”.
-La duda se instala y la confianza se desvanece:” ¿Los médicos diagnosticaron y controlaron bien mi problema?. Todavía siento dolor, y eso no es normal. Seguramente que se equivocaron.” La incomodidad (dificultad para moverse, encontrar una posición cómoda o dormir, para ordenar sus ideas, para comunicarse con su familia y con el equipo médico) favorece esta impresión.
-A menudo se experimenta un penoso sentimiento de inferioridad. El daño a la integridad física y psicológica (estado de dependencia física, necesidad de ayuda, disminución del dominio propio) constituye un verdadero estado de regresión psicológica.
-El miedo a sufrir conduce a comportamientos de inadaptación, ya sea por anticiparse al sufrimiento o por el recuerdo de una experiencia anterior. Se pueden tomar demasiados analgésicos o, por el contrario, por miedo a abusar de los medicamentos, la persona evita tomarlos hasta que el dolor se vuelve insoportable. Sin embargo, resulta que, si se toma demasiado tarde, el medicamento pierde parte de su eficacia y, a fin de cuentas, sin querer, de todas maneras se termina consumiendo muchos medicamentos.
-Si el dolor persiste y se vive como si el enfermo estuviera bajo una constante e incontrolable agresión (por ejemplo, en el hospital, durante una enfermedad o en el transcurso de una intervención médica) termina por ser traumatizante. Por miedo a que esa experiencia se pueda volver a repetir, el enfermo evita seguir los tratamientos que se le indican (“jamás volveré a dejar que me hagan este examen: nunca me volveré a operar; no crean que voy a volver al hospital; profiero morir antes que volver a dejar que me saquen sangre”, etc) o se llena de ansiedad y de estrés y su umbral de tolerancia se viene abajo (es el afecto de la reviviscencia traumática).
Un factor importante en el control del dolor es la información y la confianza que el médico proporciona al paciente y a sus familiares y allegados el médico es quien les debe explicar, con términos sencillos, el tratamiento más adecuado que se debe seguir.
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